Cap. 4 - Una nueva vida


El frescor del viento sobre sus cabellos provocaba que una sensación de extrema felicidad invadiese a Ruth. Felicidad que no dudaba reflejar en su sonrisa. Aquella era la tercera vez que sonreía desde que comenzó su nueva vida. Observaba a Gabriel. A diferencia de la adolescente, el joven tenía todos sus sentidos volcados sobre cada sombra que pudiese surgir de las esquinas.
En tres meses que llevaban conviviendo en el piso franco de Gabriel, el joven nunca había accedido a que la adolescente le acompañase en sus expediciones. Una mezcla de nostalgia y vergüenza acudió a la chiquilla cuando recordó sus primeros días con aquel misterioso hombre.
Al principio, ambos pasaban los días encerrados en aquel amplio piso que Gabriel llamaba Limbhad. Pese a disponer de agua corriente, algo de electricidad y comida precocinada, Ruth se hallaba en un estado similar a la peor de las enfermedades de cama. La ansias por encontrar un sentido a su vida en el nuevo mundo habían mermado sus fuerzas hasta el punto de plantearse el suicidio. A su pesar, Gabriel no permitía que pasara ni un día sin comer y le hablaba constantemente como si de un monólogo se tratara.
  • Tal vez él piensa que así no me volveré loca – reflexionó una vez
Pasó un mes antes de que la chica se dignase a hablar con el muchacho. La noche anterior a semejante suceso Ruth se desveló. Ambos dormían en distintas habitaciones, pero aquella noche la joven sentía la imperiosa necesidad de hablar con alguien. Aunó todo su valor y entró en el cuarto del chico. No lo encontró.
Ella era consciente de que Gabriel de vez en cuando desaparecía del piso sin dejar rastro y volvía con algunos botes de comida aún por caducar. La mañana siguiente Ruth se levantó como de costumbre a prepararse el desayuno.
  • ¿Has cambiado de sitio la mantequilla? - inquirió con total normalidad
  • Te has acabado todas las mantequillas que quedaban en el super... - tras la puerta de la nevera el rostro del joven pasó de su habitual aburrimiento a sorpresa – Tú... ¡me has hablado! -
  • ¿Qué pasa?, tengo hambre -
El joven rompió a reír ante la segunda frase de Ruth. Aquella fue la primera vez que la adolescente había sonreído desde la muerte de sus padres.
Durante los tres meses en compañía de Gabriel, la desolación que habitaba el corazón de la chica había ido transformándose en resignación por seguir viviendo.
  • Tengo que salir de aquí – le había confesado ella una noche
  • No vas a encontrar otro lugar como Limbhad en el mundo exterior –

Estaban sentados frente al balcón observando las estrellas. La brisa marina sobrevolaba las colinas cercanas y traía consigo un frío húmedo que invitaba a refugiarse en el cálido manto protector de una cama. Encogiéndose algo más, Ruth se conformó con el calor que desprendía el pecho de Gabriel. Aquel tipo de situaciones repletas de cariño y caricias eran ya habituales en la pareja.
  • Nunca me has hablado de ese mundo – ronroneó ella
  • ¿Cómo que no?, ya te he recitado varias veces la canción de Beyond -
  • No hablo de Idhún, tonto. Me refiero al mundo exterior. ¿Por qué no me llevas a alguna de tus salidas? - la chica lanzó una mirada entristecida a su compañero
  • Odio cuando me miras así – él apartó sus ojos castaños y los fijó en los edificios cercanos
Ruth iba a replicar, pero se contuvo esta vez.
  • Ahí fuera no hay más que cadáveres andantes y manchas de sangre. Y eso ya lo puedes ver desde el balcón sin correr el peligro de que te pase algo horrible – fue la respuesta
  • Estoy harta de no ser más que una carga – Ruth se levantó
  • Si yo pensara que solo eres una carga no te habría traído conmigo – el chico le dedicó la más cálida de sus sonrisas, lo que forzó que la la piel de la chica se sonrojase sin remedio
  • Tonto... - desvió la mirada - ¿Y por qué tú si puedes salir y yo no? -
  • Yo... - el joven entrecerró sus ojos, a Ruth le pareció ver un atisbo de tristeza en su mirada, pero fue tan breve que dudó de ello – yo ya estoy acostumbrado a hacer estas cosas -
  • ¿Y qué?, ¿acaso los zombies no te atacan porque eres del barrio o cómo? -
La sonrisa volvió a los labios del chico al ver hasta que punto Ruth había hecho suyo el humor que ambos mantenían para evitar enloquecer o morir de aburrimiento. Él se levanto y quedó mirándola.
  • ¿Piensas ir así mismo o prefieres ponerte un vestido para esta noche? -
La segunda sonrisa de la adolescente se encendió entonces.

3 comentarios:

  1. Quee guayy!! ^ ^ espero que no tardes en publicar másss xfiiss!! Por cierto lo de la canción no me importa :)

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  2. Gracias!! ^^ pronto la cosa irá complicandose, esperaré un poquito antes de subir el siguiente pero espero no defraudarte =)

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  3. jajaj tranquiloo, tómate tu tiempo y súbelo cuando puedas =)

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