Sobre los hombros aquel misterioso personaje, la niña mantenía su atención en el rostro que permanecía oculto.- ¿Por qué no me dejas ver tu cara? -
El chico sonrió con desgana. Sus ojos reflejaban la tristeza.
- Porque tengo una cara muy fea, no quiero que las niñas como tú la vean -
- Nadie cree que es feo - desmintió la chiquilla
- Bueno... quizás es que soy un poco cobarde -
Los primeros hogares cada vez estaban más cerca de la curiosa pareja.
- Mmm... no eres un cobarde, me has salvado de esos dos -
El joven suspiró
- No es lo mismo ser valiente, que ser capaz de hacer daño a otras personas. Cuando seas mayor lo entenderás -
La respuesta no pareció contentar a la criatura, que resopló por la estupidez de los adultos.
- Vamos, seguro que tu eres alguien muy valien... -
Evan no pudo reprimir un gesto de sorpresa al ser cosciente de que la niña le había bajado la capucha. Su rostro al descubierto revelaba las facciones de un chico joven invadidas por una enorme mancha negra que se extendía hacia sus relucientes cabellos castaños.
Apresuradamente Evan se recompuso y bajó a la niña hasta quedarsele mirando de frente, nuevamente sus ojos se hallaban sumergidos por las sombras de la capucha.
- Ya hemos llegado... tus padres deben estar preocupados por ti -
Sin previo aviso la chica se abalanza sobre el joven en un abrazo lleno de sentimiento. Un poco consternado aún, el joven devuelve el abrazo a la chiquilla con toda su calidez, que una vez más logra descubrir su rostro.
- Nunca te niegues a ti mismo... halcón - susurra al oido con una voz de infinita dulzura
Las ultimas palabras de aquella chiquilla golpearon con semejante fuerza el alma de Evan que permaneció petrificado con los ojos abiertos de par en par.
La noche se tornaba en claridad ante la inminente llegada de un nuevo día.
Evan yacía agachado en mitad de la calle, sólo, sin capucha y liberado de cualquier mancha en su rostro. Un nuevo colgante relucía en su pecho, e incrustada en forma de gema, la oscuridad que amenazaba con apoderarse del joven. Sus ojos habían recobrado algo de humanidad bajo un nuevo color: el naranja del alba.
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