Volvía a ser de noche. En el segundo de los lugares reinaba el silencio de los prisioneros sumidos en un profundo sueño.
Los había humanos, en su mayoría prisioneros, pues si bien no todos lo eran, no había certeza aún de un hombre libre. Sin embargo, no todos eran humanos en el segundo de los lugares, pues era un lugar común a todo animal y no solo al humano por mucho que a éste le pesara. Mayormente, había tres tipos de prisioneros en el segundo lugar.
Había prisioneros que, despiertos, procuraban mantenerse en vela escribiendo, improvisando melodías, o conversando entre ellos. Los había quienes, en sus conversaciones por mantener la cordura, intentaban convencer al otro de que dormir era lo adecuado puesto que la mayoría dormía y así debía de ser, ya que estaba en su condición de prisionero.
El segundo tipo de prisionero era el que dormía. Todo aquel que dormía había estado despierto en algún momento, mas por cansancio o decisión había decidido cerrar los ojos. Usualmente, este tipo de prisionero se acostumbraba al murmullo del resto antes de caer dormido, lo que hacía imposible intentar despertarlo una vez cerraba los ojos. A diferencia del primero de los lugares, en el segundo, cuanto mayor se era, más se dormía.
Finalmente, se encontraban aquellos prisioneros que dormitaban. Estos prisioneros se caracterizaban por no estar despiertos, ni dormidos. Eran soñadores y prisioneros a la vez, por lo que no tenían un grupo con quien permanecer. Solían dormir separados del resto, incluso de los otros prisioneros que dormitaban.
Cerca de una de las esquinas de los prisioneros despiertos en la que frecuentaban escritores, yacía uno de los prisioneros que dormitaba. Tenía el pelo del color caoba. Suyos eran los relatos sobre el segundo lugar, al igual que la certeza de que llegaría la noche en la que volvería a dormir y no despertase.

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