Cap.8 - Nereida

Tras asegurarse de que no había zombies, Sam y Ruth salieron del supermercado. Ruth se giró para ver como Gabriel se marchaba en dirección por donde habían venido. << Se marcha a su refugio y si por él fuera, yo habría ido con él >> se dijo la chica. A su lado Sam la llevaba de la mano como tantas otras veces cuando eran novios << No llegamos a cortar, así que debemos seguir siéndolo >> pero no era aquella la sensación que Ruth reconocía en su interior. Es cierto que Sam era su novio, pero no era el hombre del que estaba enamorada, al menos en ese momento. En ese momento aquel hombre se alejaba de ella en dirección contraria. << ¿Qué es Sam para mí? >> Ruth se sentía confusa << Me abandonó... Aunque haya vuelto, es como si fuese un desconocido >>

  • ¿Estás bien princesa? - dijo el chico en aquel momento – ¿Te importa que te siga llamando princesa? -
  • Me da igual – mintió la chica
  • Oye, siento lo de tu amigo, si después de ésto no quieres que sigamos siendo novios... - Sam se calló el resto de palabras, en su lugar miró de reojo a Ruth
  • La verdad es que ésa no es mi principal preocupación ahora mismo. ¿Que hay de los zombies? -
  • No hay ninguno por la zona, tenemos varios equipos de soldados de élite desplegados -
  • ¿Varios? Dijiste que había solo uno -
  • Bueno... - Sam pareció no encajar bien el detalle – Vine con uno, pero ya había varios -
  • Como sea, pero aún así se les puede escapar algún zombie ¿no? Ya viste el que apareció en el súper –
  • Si, esto... Puede ser – Sam señaló a lo lejos – Allí está nuestro coche -

Ruth se fijó en un furgón negro que había al final de la calle, era uno de los muchos coches blindados del ejército que habían recorrido las calles tras el desastre zombie. Aquel parecía especialmente bien equipado, un soldado asomaba armado por el techo. Fuera de él esperaban dos personas. << El padre de Sam y una chica, una chica muy joven... >> El padre de Sam se les acercó junto a la chica de pelo azulado, Ruth no recordaba que Sam tuviese ninguna hermana y además no se le parecía.

  • Ruth, pequeña, no sabes la alegría que me da verte – Sam y su padre eran de una altura bastante similar, pero sin duda el padre era mucho más corpulento que su hijo
  • Y yo de verle, Rafael –
  • Sam, ¿dónde está el chico? - la sonrisa cálida de Rafael se esfumó, que miró con severidad a su hijo
  • No quiso venir con nosotros – se notaba la incomodidad de Sam al responder - Ruth y yo le insistimos, pero parece ser que no quiere abandonar su refugio. “Mientras siga en pie” fueron sus palabras -
  • Ya veo... - Rafael se giró hacia Ruth y esta vez volvió a su rostro la calidez con la que le había recibido – Ruth, espero que me perdones. Tengo intención de que todo civil que siga libre de infección acuda a nuestro campamento -
  • Lo... lo entiendo - << ¿A qué viene tanto interés? ¿Cómo sabe que Gabriel existe? >>
  • A propósito, no os he presentado. Ruth, ésta es Nereida, mi escolta personal – Al fin Ruth supo quien era la misteriosa chica - Aunque yo prefiero pensar que es mi ayudante -
  • Encantada –

Nereida sonrió tímidamente y Ruth correspondió el gesto. << Esos ojos... Tiene una mirada bonita, pero hay algo que me produce mala sensación >>

  • Sam y yo vamos a atender un par de asuntos, ¿Nereida podrías acompañar a Ruth antes de que salgamos de aquí? -
  • Por supuesto - << A la orden >> entendió Ruth

Sin mediar más palabra Sam y Rafael se alejaron pasos más adelante y comenzaron a hablar en un tono más bajo. << ...Gabriel >> le pareció escuchar decir a Rafael antes de que la conversación estuviese fuera de su alcance.

  • ¿Eres la novia del hijo del jefe verdad? - dijo Nereida, tras sentarse en un escalón de la acera
  • Era la novia de Sam, sí - << ¿Por qué no ha dicho Sam directamente? >>
  • ¿Cómo que lo eras? ¿Lo eres o no? -
  • Pues no lo sé, la verdad – Ruth intentó no parecer molesta por el comentario
  • Está bien, perdona mi brusquedad. El jefe dice que no se me da bien tratar con las personas –
  • No importa, de veras. No has dicho nada malo –
  • Vamos, no hace falta que me intentes consolar. Conmigo no sirve de nada que intentes aparentar lo que no eres, si te caigo mal no te molestes en ocultarlo – Nereida sonrió
  • Vaya... - Ruth estuvo a punto de continuar siendo cortés, pero decidió hacer caso a la desconocida – Pues eres un poco borde sí, pero supongo que lo compensas con tu sinceridad -
  • ¡Eso me gusta más! - Nereida se levantó y fue al coche a sacar algo - ¿Sabes? Un día dejé de preocuparme por mantener apariencias –

Al fin sacó algo alargado de detrás de un asiento << ¿Un palo de madera? No, no es eso. ¿Qué es? >> pensó Ruth. Nereida se recompuso el vestido que llevaba puesto.

  • El jefe dice que está bien así, y yo se lo agradezco – Nereida sonrió a Ruth con una mirada que le provocó un escalofrío – En el fondo con los únicos que se me da bien tratar es con estos desgraciados -

Fue entonces cuando un zombie saltó desde un balcón. Ruth no lo vio llegar, ningún soldado lo vio llegar. Pero allí estaba Nereida apuntándolo con una katana


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